Directing Women Workshop, 50 aniversario

La industria del cine y la televisión en EE.UU. fue durante muchos años una de las que más incumplían políticas de igualdad o de las que menos se preocuparon por introducir mujeres en sus filas, si se la comparaba con otras industrias nacionales. En 1969, solo un 22% de las personas que trabajaban en el audiovisual estadounidense eran mujeres, la discriminación en base al sexo era flagrante.

A principios de los años 70 con el ascenso del movimiento feminista y las movilizaciones por los derechos civiles, se comenzaron a tomar algunas medidas para intentar paliarlo. Medidas que fueron bastante insuficientes pero que sentaron unas bases (aunque frágiles) que han podido ir fortaleciéndose en estos últimos 50 años.

El espíritu del movimiento feminista

Una de aquellas medidas surgió precisamente gracias a la presión de uno de los grupos de activistas feministas, Women for Equality in the Media, WFEM (Mujeres por la Igualdad en los Medios de Comunicación). En diciembre de 1970, representantes de este grupo se presentaron en el American Film Institute (AFI) para entregar una lista de doce demandas. Eran unas 50 mujeres preparadas para esperar lo que fuera necesario hasta conseguir entregarla al presidente del AFI, George Stevens Jr. Algunas de esas demandas eran, dar el 51% de los incentivos (como préstamos, becas, ayudas…) a mujeres, alegando que ese era el porcentaje de la población femenina del país (por supuesto, no solo a mujeres blancas, sino de cualquier etnia); centrar los esfuerzos en intentar atraer a estudiantes femeninas de institutos de secundaria y de universidades; conseguir que la mitad de las personas empleadas fueran mujeres en todas las áreas de la organización; crear un consejo permanente de cinco mujeres para velar y combatir la discriminación y la estereotipación de las mujeres en el cine…

Como resultado de esta protesta no se cambió gran cosa, tan solo aceptaron a la joven aspirante Jan Haag, que había sido varias veces rechazada, para que entrase en el Academy Intern Program, creado para aspirantes a ser cineastas en grandes producciones de estudios de Hollywood. Fue la primera mujer aceptada en dicho programa y su primer trabajo como becaria fue trabajar con el director Hal Ashby en la producción de Harold y Maude (1971). Jan Haag no tenía ni idea de la protesta de las activistas de WFEM y se consideraba a ella misma como una cuota simbólica de mujeres en el programa, pero por fin estaba dentro.

Jan Haag

Cuando terminó su beca, se quedó trabajando en el AFI como administradora de admisiones y premios. En 1974, la filántropa Matilda Krim, se puso en contacto con el Instituto porque quería ayudar apoyando a las mujeres en el cine. Haag se reunió con ella y algunas personas más interesadas en donar dinero y terminaron desarrollando la idea para el Directing Workshop for Women (algo así como el taller de dirección para mujeres) que celebra este año su 50 aniversario y que sigue en activo.

Jan Haag

La fundación del Directing Workshop for Women

El DWW (Directing Workshop for Women) no fue concebido como una escuela, sino que era un programa que en los primeros años estaría destinado a mujeres ya asentadas en la industria en otras profesiones, actrices, guionistas, productoras… o mujeres que hubieran dirigido para televisión o documentales.

El programa supuso una respuesta a la ausencia de directoras en Hollywood. Tan solo dos mujeres, Ida Lupino con su última película en 1966 para Columbia Pictures (The trouble with Angels) y Elaine May que dirigió dos películas a comienzos de la década (A New Leaf, 1971 para Paramount y Heartbreak Kid, 1972 para 20th Century-Foz), habían dirigido largometrajes para alguno de los grandes estudios en la década de los 60 y en lo que llevaban de los 70. El cine era la industria en la que más discriminación había con respecto a las mujeres.

La actriz y directora Elaine May en el rodaje de A New Leaf (1971)

Las mujeres que se presentaban al taller tenían que pasar un proceso de selección y una vez seleccionadas, les daban acceso a equipos de filmación, edición y un pequeño presupuesto para realizar dos cortometrajes. De esta manera querían entrenar a mujeres para que dirigieran y así forzar un poco la política de contratación de Hollywood.

El propio AFI era una organización con programas para estudiantes de cine, aparte de otras actividades como la preservación de películas y el reconocimiento de profesionales, pero, como hemos visto con Jan Haag, las participantes femeninas brillaban por su ausencia. Algunos miembros del consejo estaban directamente ligados con los grandes estudios de cine y televisión como Warner Bros. o ABC. De los treinta y ocho miembros del consejo, solo cinco eran mujeres: las actrices Shirley MacLaine y Cicely Tyson, la guionista Eleanor Perry, la periodista Shana Alexander y la presidenta de Children’s Television Network, Joan Ganz Cooney.

Las mujeres seleccionadas para la primera promoción del programa fueron la productora Julia Phillips (que acababa de ganar un Oscar a la Mejor Película por El golpe (George Roy Hill, 1973); las actrices Ellen Burstyn, Lee Grant, Margot Kidder, Susan Oliver, Lily Tomlin y Nancy Walker; Kathleen Nolan, presidenta del Sindicato de Actores (SAG); la guionista, productora y directora de televisión Joanna Lee; la directora de casting y ejecutiva en Columbia Pictures, Nessa Hyams; la escritora y actriz Maya Angelou; la productora y editora Susan Martin; la script supervisor Marjorie Mullen; la periodista, productora y directora de informativos Giovanna Nigro-Chacon; la novelista y guionista de televisión Gail Parent; la editora Marian Rothman; y las cineastas independientes Karen Arthur and Juleen Compton.

Margot Kidder, Melinda Abern, Lily Tomlin, Marian Rothman y Ellen Burstyn

El DWW fue muy criticado porque las mujeres que accedieron al programa tenían una factible proyección hacia Hollywood y ya eran profesionales en la industria. Sin embargo, Haag alegó que de esta forma el programa y la situación de las mujeres como cineastas tendría repercusión y no quedaría en el anonimato y por ello defendía que fueran este tipo de mujeres las que podían acceder a él.

Jan Haag con Dyan Cannon, alumna del DWW

El desarrollo

Pero en ese primer año, quedó bastante deslucido. Cada participante tendría que realizar dos cortometrajes, con un presupuesto de 300 dólares y un equipo formado por los estudiantes del propio AFI. Hubo participantes, como la actriz Lee Grant que disfrutó del proceso y lo valoró positivamente; sin embargo, la más experta Joanna Lee terminó abandonando el programa porque no cumplía con sus expectativas.

En los primeros años, del DWW el presupuesto no era el que esperaban y poco a poco tuvieron que seguir consiguiendo nuevas donaciones. A pesar de las críticas y la intención seguía siendo llamar la atención de los grandes productores de Hollywood para que contratasen a directoras. Los cortometrajes que estas mujeres realizaban tenían que ser la prueba de su potencial talento como cineastas.

Cada promoción tenía unas 12 participantes y algunas consiguieron dirigir largometrajes después de haber pasado por el DWW, pero bastante tiempo después. Una de las participantes, la actriz Anne Bancroft consiguió dirigir años después su película Fatso (1980), la adaptación al largometraje de su corto en el DWW; y la también actriz Joanne Woodward dirigió capítulos de series para televisión.

Lo que supuso el DWW

El DWW en esa década de los 70, no supuso mucho avance, no se revolucionó la industria, la escasez de directoras seguía siendo lo habitual. En 1979, el Comité de Mujeres del Sindicato de Directores (Women’s Committee of the Directors Guild) publicó por primera vez estadísticas, entre 1949 y 1979 se habían estrenado comercialmente 7.332 largometrajes de los que solo 14 habían sido dirigidos por mujeres, el 0,19%. Los datos no eran nada esperanzadores.

A partir de los años 80, Jean Firstenberg, la nueva presidenta de AFI, fue variando el perfil de mujeres que podían participar en el DWW, también profesionales de la industria como guionistas, productoras, montadoras…, pero sin la popularidad de las primeras generaciones. El programa sigue activo a día de hoy y se sigue sustentando con donaciones para que sea un taller gratuito para las asistentes. Un total de 350 mujeres han participado en él a lo largo de su historia y siguen participando.

Tal vez no supuso un revulsivo que cambiase de la noche a la mañana la iniciativa para contratar a directoras por parte de los grandes estudios, simplemente fue un pequeño grano de arena en la inmensidad de una playa que discriminaba de facto a las mujeres y las hacía blanco de comentarios sexistas. Las mujeres que en aquellos años quisieron dirigir se enfrentaron a un sector muy masculinizado, machista y sin ninguna intención de que ellas entrasen en ese “boys’ club”.

“Las películas son caras de producir y caras de vender, y las directoras suponen un problema más que no necesitamos”. Comentarios como este, que recibió la cineasta Joan Micklin Silver en una reunión con ejecutivos de Hollywood, eran el pan de cada día. Desde luego, las mujeres que consiguieron dirigir cine en aquella década en EE.UU. tenían un enorme coraje.

Huelga decir que la tan ansiada paridad que reclamaban aquellas mujeres del Women for Equality in the Media en 1970 está, en 2024, muy lejos de conseguirse, aunque algo se ha mejorado.

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