Los encuentros de Anna (Chantal Akerman, 1978)

Los encuentros de Anna es el cuarto largometraje de Chantal Akerman y ya resulta ser un compendio de su estilo, de sus temas recurrentes, de su vida. No nos debe despistar el mínimo argumento, pues estamos claramente ante el alter ego de la propia Chantal. Anna (Aurore Clément) es una directora de cine belga que está de gira promocionando un película. Se moverá entre Francia, Alemania y, finalmente, Bélgica, en definitiva, una mujer viajando sola por Europa. A lo largo de este periplo tendrá encuentros con personas conocidas y desconocidas, con hombres y mujeres. Encuentros familiares, eróticos, fugaces… Para terminar volviendo a su ciudad a reencontrarse con su ex marido y por último con su propia realidad solitaria.

Es una película nómada, una película de viaje interior y exterior, de habitaciones de hotel y de vagones de trenes, de cruce de fronteras, de momentos fugaces en la vida. Es una película nocturna, melancólica y llena de soledad que pretende alcanzar la solitud. Los encuentros son breves y la mayor parte del metraje está Anna sola, caminando, recorriendo estaciones de tren, trenes, calles, mirando, observando o simplemente esperando.

Cada breve encuentro nos revela algo de ella, de quién es, pero también de quién quiere o pretende ser. Anna es una artista, es una mujer profesional que ha antepuesto su carrera al romance, a la vida en familia. Sus encuentros con hombres no la satisfacen y la dejan triste. Anna no espera mucho de dichos encuentros así que, en realidad, no hay desilusión. Hasta el encuentro con su ex marido del que sí espera, al menos la relación sexual física, relación que, finalmente, no se llega a consumar.

Jean-Pierre Cassel (Daniel) y Aurore Clément (Anna)

Es el encuentro con su madre el que adquiere otra relevancia y una intimidad que no veremos en ningún otro momento del filme. De nuevo la madre como gran tema central de Akerman, una madre a la que hemos conocido en su anterior película, News From Home (1977), a través de las cartas que le escribía desde Bélgica a Chantal mientras la directora estaba en Nueva York. La madre siempre presente, desde su obra maestra Jeanne Dielman (1975), hasta su último filme, No Home Movie (2015), protagonizado por su propia madre y por la propia Chantal.

En Los encuentros de Anna, el encuentro con la madre (Lea Massari) está atravesado por ese amor extraño, que se mueve entre el reproche y la sincera admiración, entre la devoción y el desencuentro propio de las relaciones materno filiales. Su madre la echa de menos (al igual que Nellie echaba de menos a Chantal en News From Home), pero la admira demasiado y respeta sus decisiones. Anna, pues, se reencuentra físicamente con su madre, hablan, se escuchan, se despiden. Es el único encuentro que la deja satisfecha.

Lea Massari y Aurore Clément

EL ESTILO AKERMAN

De nuevo, la cineasta belga se sumerge en una narrativa atípica, en la que demanda nuestro tiempo, nuestra experiencia de la película. Nos obliga a pararnos en las pequeñas acciones, los gestos y momentos anodinos que transitan hacia algo más importante. Son el nexo de las acciones que, sin embargo, no parecen importarle mostrar.

El movimiento horizontal de la cámara se toma su tiempo para incluirnos en el paisaje, en la estación, en la mirada de Anna. Siempre nos movemos con ella, siempre avanzamos hacia su mundo interior. Y la observamos a su altura, nunca con planos distorsionados, siempre con simetría y sin distracciones. Anna se recorta en fondos neutros, en escenarios que no le roban protagonismo. Nos movemos con ella, pero la observamos a ella.

Helmut Griem y Aurore Clément

El viaje, para la cineasta belga será siempre un eje central en sus películas, viaja incluso cuando no lo hacen sus personajes, incluso cuando no hay personajes, incluso cuando es un viaje a través de la noche como en Toda una noche (1982), o es un viaje recorriendo un hotel, como en Hotel Monterrey (1972), o es el simple viaje circular de una cámara en una habitación como en su cortometraje La habitación (1972). Viaja la cámara, viaja el personaje, viaja el público. Siempre hay movimiento, incluso cuando no lo hay. Y siempre avanzamos, incluso cuando ese movimiento nos devuelve al del que partimos, como a Anna.

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